Sesión # 14. Agosto 11 de 2020.
Usos y abusos de la memoria
“Se cuenta que en las islas Solovetsky se acababa a tiros con las gaviotas para que no pudiesen llevar consigo los mensajes de los prisioneros.”
Objetivos
1. Reflexionar sobre la importancia de los procesos / proyectos / actos de memoria en nuestra sociedad, en nuestras comunidades y en nuestras familias.
2. Reflexionar sobre los abusos de la memoria, como decía Todorov: ¿en qué consisten estos abusos? ¿por qué el culto a la memoria y la necesidad de no olvidar pueden ser problemáticos?
Contenidos
Fig.1 Detalles de la pintura “Con la misma moneda” , de Carlos Mario (caliche), ex combatiente de las AUC. 2008. Pintura vinílica sobre MDF. Tomado del sitio “La guerra que no hemos visto”.
Partimos de los dos objetivos señalados arriba para formularnos una pregunta que nos permitirá entender el sentido del trabajo que estamos haciendo: ¿qué hacemos con las memorias recuperadas / rescatadas del olvido?
Para Tzvetan Todorov, el acto de hacer memoria, recuperar testimonios y exigir que se conozca la verdad sobre los hechos pasados es un derecho que está por encima de toda discusión legal o burocrática, sobre todo si los hechos referidos han significado dolor, tragedia y desgracias a las personas. Hasta aquí, las cosas parecen claras. Tenemos derecho a recordar. Ahora, ¿qué pasa cuando queremos olvidar? ¿tenemos también derecho a olvidar?
Más allá de las razones que justifiquen este derecho al olvido, lo que Todorov señala es las operaciones de selección que existen en los actos y los gestos de memoria, y es aquí cuando comienza lo verdaderamente complejo de este fenómeno humano.
La memoria se vuelve un campo y una experiencia de disputas, pugnas, batallas por ocultar, borrar o por sacar a la luz. Unos quieren borrar los rastros para no ser juzgados por sus actos; otros quieren desenterrar esos rastros para exigir justicia (o por lo menos para saber qué pasó, para conocer la verdad), y otros quieren olvidar, porque el recuerdo de los hechos violentos les produce un inmenso dolor o en ciertos casos mucha vergüenza.
Es normal que uno se pregunte cuál es el punto de equilibrio ideal en estos asuntos de la memoria histórica y las memorias de las comunidades. Tal punto de equilibrio puede ser un espejismo, porque lo que nos vamos a encontrar a cada paso es que las memorias, como gestos, como símbolos, como objetos o como relatos, como información, están llenas de aquellos abusos; es decir, están llenas de gestos humanos, de mentiras, de vacíos, de exageraciones, de errores, en fin, y también de emociones y de sueños. Encontrar un punto de equilibrio allí puede ser tan complicado como encontrar silencio, calma y quietud en una feria de bailes, en un carnaval.
En este sentido, puede ser de más utilidad preguntarnos cuáles son los usos que hacemos de nuestras memorias: ¿qué hacemos con los recuerdos, con las imágenes que guardamos o con las que olvidamos? ¿para qué lo hacemos? ¿para quién? (tengan en cuenta esta última parte de la pregunta, porque será muy importante para nuestro último ejercicio).
Consideremos estos dos momentos del proyecto artístico y educativo de memoria histórica “La guerra que no hemos visto”.
Primero, leamos este texto breve que hace alusión a una pintura:
“Esta era mi primera vez que hacía eso. Yo temblaba, yo era pálido, yo no sabía qué hacer, si matarlo o que me mataran a mí, no sabía qué hacer. Miraba, miraba… lo que yo miraba más que todo era la iglesia, lo que era la cruz, la iglesia.
Hacer eso al frente de una iglesia, matar una persona al frente de una iglesia, es como muy… como muy tenebroso, muy azarador… Eso fue para el Bajo Cauca, Antioqueño.
Era la primera vez que una persona a mí se me arrodilla. Él tenía mirada como de susto y tenía mirada de tristeza. Y él lo único que hizo fue cogerme la mano y decirme que no lo matara.
Yo lo miré…y yo decía: es él o soy yo.
Yo no sabía qué hacer, yo miraba para atrás, miraba al que nos estaba mandando, a ese señor que estaba fumando cigarrillo. Él me decía: “¡Hágale pues que no nos vamos a quedar todo el día, dele pues!”
Yo cuando hice ese cuadro, cuando me dibujé ahí, yo sentí como un descanso… En ese entonces yo tenía como 19 años.”
Lo leemos para imaginar lo que se dice, lo que se relata. Pensemos en la persona que nos habla y en la escena que nos está contando. Después de esto, miramos la pintura.
¿Qué hacemos con estos recuerdos? ¿Qué hace el combatiente que pintó el cuadro y luego nos habló? ¿Qué hacen las víctimas? ¿Qué hacen sus familias? ¿Qué hacemos nosotros?
En segundo lugar, vamos a reorganizar otra pintura que hace parte de este proyecto. La idea es que mientras hacemos el ejercicio de ordenar el rompecabezas, pensemos en las imágenes, en sus partes, en el tipo de trazos, en los colores, y por supuesto, en la revelación que empieza a aparecer ante nuestros ojos. También es muy importante que prestemos atención a lo que sentimos y a las ideas que surgen cuando estamos haciendo el ejercicio.
Pulsa sobre la imagen para ir al ejercicio.